Desde el día cuando Adán y Eva le dieron la espalda a la Gracia de Dios, la humanidad hemos estado tratando de recuperar esta relación con Dios – mirando hacia Dios para que El nos de perdón, dirección, y salvación – buscamos regresar de nuevo a esa unión íntima con nuestro creador, como cuando en el jardín de Edén. Dios nos ha dado su plan para nuestra salvación; cuál si la seguimos, nos lleva a nuestra herencia original. Solo necesitamos seguirla. Pero, como la historia de la humanidad nos demuestra, nos cuesta trabajo seguir el plan, esta dirección que Dios nos ha dado para regresarnos a nuestra casa.
La biblia está llena de nuestras luchas de alcanzar a Dios. Vemos esto en cada libro desde Génesis a las últimas cartas del Nuevo Testamento. Las historias de la Torre de Babel, y de Noe, la nación Judía con sus Jueces y después sus Reyes, todas nos hablan del hombre que intenta recuperar esa relación íntima. La reacción de la gente a la misión de Jesús en la tierra y las letras de San Pablo, de San Pedro y de otros demuestran la dificultad de la humanidad en la comprensión del mensaje. Y, por supuesto, la historia hasta hoy en día nos demuestra que ese hombre, dentro y fuera de la iglesia, le cuesta trabajo el acercarse a Nuestro Señor. Hay excepciones, y las honramos, los santos conocidos y desconocido han encontrado la manera; pero en general no henos logrado unirnos con Dios.
No es debido a la falta de la dirección – Cristo nos ha dado todos lo que necesitamos para seguirlo. El problema está con nosotros – estamos mirando en la dirección equivocada. Miramos a las alturas e intentamos continuamente encontrar una manera para poder nosotros mismos elevarnos al nivel de Dios; pensamos que este es el método de recuperar esta relación. Pero no es a las alturas que debemos mirar. La banda de rock U2, que de vez en cuando pone mensajes cristianos en su música la puso muy bien en la canción, Mysterious Ways que dice “si quieres besar el cielo, debes aprende cómo arrodillarse”; suena bonito aunque no muy teológico y sin embargo tiene algo de verdad. Si queremos encontrar a Dios y recuperar la relación original que no se ven a elevar a la humanidad al nivel de Dios, tenemos que rebajarse a su nivel y que nos llevará de vuelta a uno con nuestro Señor!
La segunda lectura de hoy, para mí, es uno de los pasos más hermosos de la Escritura. Cada semana tengo el privilegio de rezar esta oración al rezar la vigilia de víspera de domingo; y me llega cada vez. En este paso de San Pablo vemos en una versión corta de la trayectoria que necesitamos tomar para recuperar nuestra relación con nuestro Padre Divino. Dios, a través de Jesús nos demuestra el camino a nuestra casa celestial. Dios mismo siguió este camino, nos tenemos que arrodillar para alcanzar las alturas de Dios, las alturas del amor.
Nos dice San Pablo que Jesús: “quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.”
¡Jesucristo – Dios mismo! El creador glorioso y Todopoderoso no necesitó ser majestuoso para salvar a su pueblo. Si hubiera querido Él habría podido desde su trono divino mandar nos a estar en unión con él. Pero no lo no hizo, porque hacer decisiones sin tomar en cuenta la voluntad de la otra persona esto no es amor. El poder, sin importar lo benévolo que es, sigue siendo coerción.
San Pablo nos dice: “Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de esclavo y haciéndose semejante a los seres humanos”
Dios vino a nosotros, Él se bajó del cielo para estar entre nosotros, vivir con nosotros, sentir todo lo que sentimos. Él quiso ser uno de nosotros, quiso conocernos. Él quiso caminar con nosotros, y con nosotros sigue caminando. Era con nosotros que Él nos elevaría al hogar de su Padre.
San Pablo continúa: “Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!”
San Pablo exclama, “Por eso Dios lo exaltó”. Estas acciones de Cristo, de Dios, de rebajarse a los que estaban en miseria, los que necesitaban ayuda; esta acción de mirar solo al prójimo y no a sí mismo, es qué lo exalta.
El Papa en varias entrevistas y artículos dice que Dios es grande exactamente porque Él se hizo pequeño. Que Dios es siempre grande es una verdad absoluta, aunque la entendamos o no; pero lo qué el Papa está intentando decir es que si Dios no viene a nosotros, no se rebaja a su creación; no supiéramos de la grandeza de Dios porque no sentiríamos su amor por nosotros. Sería un creador reservado que no entenderíamos.
El mensaje que Dios nos envía, es que si este plan era bastante para Dios, es definitivamente bastante para nosotros porque es básico – integral para que nosotros podamos hacernos en su imagen. El hecho de rebajarnos, como Dios lo hizo, es el mismo amor que nos trajo a Jesús. Este primer paso que tomamos arrodillados, es el camino al cielo; es la relación íntima que Adán y Eva compartieron con Dios en Edén.
¿Estamos dispuestos a rebajarnos, a ésos en necesidad, para poder encontrar a Dios? ¿Es nuestro amor al señor, el verdadero amor que puede ser satisfecho solamente amando ésos alrededor de nosotros? ¿O hemos prometido en palabras y hemos fallado en nuestras acciones como el segundo hijo hizo en nuestro evangelio?
Necesitamos examinar nuestra vida, para reflejar honestamente en nuestros deseos y en cómo corresponden a lo que hizo el Señor por nosotros. Esto puede ser doloroso – los que viven en la oscuridad ven la luz de Dios con miedo y hasta dolor. Pero necesitamos enfrentar nuestras faltas y deseos si es que vamos a viajar con el Señor. Necesitamos permitir que Dios, atraves de sus enseñanzas en la iglesia, nos ayude con nuestra decisión diaria de seguir al Señor. Y ésta es la buena nueva del evangelio de hoy: Jesús nos da dos ejemplos, el primero nos demuestra que podemos cambiar de los caminos que nos llevan lejos de Dios y podemos escoger los caminos de Cristo, los caminos de la vida eterna. Todo lo que necesitamos recordar es que debemos ayudar a ésos a nuestro alrededor a hacer lo mismo.